lunes, 22 de febrero de 2010

Sólo Dios sabe por qué un hombre (...)

Por Sergio-Jesús Rodríguez


Sólo Dios sabe por qué un hombre
—un día cualquiera, sin fecha previa,
sin aviso alguno, sin que nadie lo advierta—
decide tomar un arma para esparcir las sombras…
¿qué silueta adquiere su alma en ese instante de lobos?
¿hacia dónde sacude la rabia su dentellada?

Sólo Dios sabe por qué un hombre
elige en la telaraña del azar a su víctima,
será que se guía por migajas o corazonadas,
quizá el obtuso clic de una pupila
desata el impulso de su corazón de boa,
porque apenas eso bastará a su naturaleza:
el olor genético de Átropos perdido en la muchedumbre
para que el asesino olisquee a su presa
y se deslice no muy a la distancia
no muy de cerca...

Sólo Dios sabe por qué un hombre tiene tanta sed
que no lo llenan la vida, ni sus dichas ni su alegría,
y en sueños desciende adonde una voz le llama
para mostrarle en un espejo de humo y pavesas
el rostro del silencio anhelado que funde los ecos…

Sólo Dios sabe por qué un asesino
es un hombre herido por sus propias trampas
y si camina descalzo camina sobre telarañas
y si se tira en cama imagina que todo acaba
y si mental memoriosamente escribe un diario
satisfecho y febril moja su pluma en tinta púrpura.

Sólo Dios sabe con fastidio por qué un hombre
ve un cadáver y tirita como en otoño un pajarillo,
algo acuchilla su nuca y no es la nostalgia:
sólo Dios sabe por qué Caín en su culpa
es más hermoso que Abel en su pureza,
pero ser más hermoso no basta para la vida
y lo sabe el asesino y Caín lo entiende,
tarde o temprano un homicida lo dice claramente:
«He matado, y soy fugitivo», y su arte es la amargura.

Sólo Dios sabe cómo vive un asesino,
pero algo nos queda claro: es perseguido,
en silencio se le espera en cada esquina,
alguien acecha sus movimientos, calcula sus madrigueras,
aguarda con enorme garra para asestarle el zarpazo
y Dios contempla curioso y satisfecho este juego
que se equilibra con devoradora justicia.

Sólo Dios sabe por qué, sólo Dios,
pero siempre o la balanza se ajusta,
o Él contrapone su magnífico dedo para equilibrarla…

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